Ya se anuncia con bombos y platillos el advenimiento de la Web 3.0, los aspectos tecnológicos se los dejo a otro, me interesan los aspectos “sociales”, sobre todo por cómo se vende esa idea.
La Internet asombra, incluso a gente que suele navegarla, por eso continúan navegándola, sin embargo, todos estamos de acuerdo en que para las más mínimas cosas tuvimos que aprender a hacerlo.
La gente que incorpora de la manera más fácil operatividades cognitivas innovadoras sin que le cause el menor pestañeo no se da cuenta que en realidad realiza una traducción.
Siempre que estamos en un medio tecnológico estamos traduciendo.
A la masificación se llega por la repetición, miles de programas y actividades guardan alguna semejanza, de la misma manera que aprendemos a pelar una naranja, se aprende, por semejanza de instrumentación a pelar una manzana.
Y así nos metimos en la Internet, sin entender muy bien los relativos cambios entre la versión 1.0, la 2.0 y ahora la Web 3.0.
Pero, ésta última, bajo los mismos argumentos de todo lo que se considera bajo la palabra “tecnología”: comunicarse, entretenerse, buscar información, que es creo la argumentación clisé desde que apareció la computadora, ahora se la vende como si fuera un argumento nuevo.
Claro, algún cambio habrá, se lo cuenta así: La Internet actual exige de los usuarios aprendizaje de reglas.
Me reí, con eso, porque todo es aprendizaje de reglas, desde que nacemos hasta que morimos, lo fácil y lo difícil, es una subjetividad imposible de cuantificar.
La segunda idea es: La Web 3.0, entenderá nuestro lenguaje coloquial y cotidiano.
Me reí más fuerte. Esto sugiere que existe tal cosa como lenguaje coloquial que todos entienden.
La mayoría de las personas lo que menos entienden es su propio lenguaje, no entienden a los que tienen más cerca, pero eso sí: la Internet te entiende.
Veo el futuro: una humanidad aislada, sin conexión entre sí, usando la Internet para dialogar e interpretarnos, y que ella sea la que traduzca, ya que ella sabrá mejor que nosotros mismos lo que quisimos decir, y como también sabe lo que el que está del otro lado entenderá, será el mundo ideal.
Bajo esa idea, además dotarán a todo otro artefacto de la casa, heladera, estufa, tostadoras, de la posibilidad de dialogar.
¿Se acuerdan cuando uno amaba a su perro por ser el mejor amigo del hombre?, bueno, ahora tendremos que hacernos amigos de nuestros artefactos domésticos, no vaya a ser que además sean chismosos.
La idea es que yo “le cuente” a la Web 3.0, algo que quiero saber o hacer y un programa, cuyo significativo nombre es: agente tecnológico –la palabra agente nunca más adecuada-, nos indicará qué debemos hacer.
Imaginen la siguiente situación, uno le cuenta a la Internet algo como esto: traspiro mucho y con muy mal olor, dónde puedo consultar este problema.
La Internet, paga ya por compañías de desodorantes introducirá entre los vínculos encontrados, una conveniente señal distintiva de desodorantes Palmolive, por decir cualquiera.
Eso en el mejor de los casos, en el mediano caso, una ex novia encuentra esta pregunta mía y me escracha por “maloliente”.
Ah sí, ese cuento de la privacidad de los datos. Ya crecí, ya no creo en los reyes magos.
Déjenme de joder, por qué no usan toda esa tecnología para acabar con las guerras en vez de promoverlas.
Miren lo que está pasando con los videos, la gente ha enloquecido, ahora “aporta” pornografía, violaciones y todo tipo de desquiciadas ideas.
No sé a quién se le ocurrió esto de la Web 3.0, de lo único que estoy seguro es que es una nueva manera de saquear nuestros bolsillos, que aún no comprendemos.
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